El año de 1973 marca no sólo un año clave en la historia política de Chile, un desgarramiento todavía incontestable en términos sociales, sino también, y en un sentido más frívolo quizá, en lo que dice relación a la poesía chilena. En tanto podamos hablar de un cambio en el acercamiento del lenguaje a la realidad y situar ese cambio como una virtud definitoria, diremos que hay las suficientes huellas en la producción de poesía post golpe de estado como para señalar un quiebre en la tradición poética nacional. La dispersión ideológica, cultural, incluso física, el descontento junto a la censura que vino de añadidura, definen formalmente dichas producciones y constituyen el marco de expectativas desde donde emergen. Esto es sin duda constatable. También la obediencia de la crítica literaria respecto de tales realizaciones que - principalmente con el notable trabajo de la académica y crítica de literatura Soledad Bianchi- vino a establecer lindes adecuados a dicho contexto de producción. Pero estamos en el año 2008 y algo posiblemente ha cambiado.
Marcela Saldaño, interesante poeta nacida en la capital en el año 1981 y ganadora del último Premio de Poesía Eduardo Anguita (2007), nos presenta Investigaciones determinadas por lo prohibido, título de la plaquette que ahora reseñamos: adelanto del libro del mismo nombre que el próximo año se publicará por Editorial Fuga. En esta muestra, Saldaño recorre, a través de poemas muy bien articulados, la apertura poética a manera de respuesta al “reino de la espiga” que Federico García Lorca anhelara alrededor de su teatro y, particularmente aquí, con la Oda a Walt Whitman, que sirve como epígrafe a estos poemas. Reino nuevo que advendría con la violencia que les otorgue igualdad a los hombres. Pero esa violencia que es dueña del paso necesario hacia un estado de bienestar (social) -pues “es preciso matar al rubio y dar con los puños cerrados” según Lorca- en Investigaciones… añade el desacato que significa refocilarse con el opresor o, parafraseando Saldaño a Sylvia Palth, lo que significa adorar a un fascista: “el asesino que tuve en mis brazos y sabiéndolo luego Asesina en su sangre…” Hay referentes, que se suman a los ya nombrados en esta vigorosa poesía, que es insoslayable nombrar pues más allá del extranjero que habita estas páginas, reconocemos el trasvasije (ese de todo inadecuado viaje) que significó en Chile la poesía de vanguardia y particularmente el surrealismo. Así, Carlos de Rokha, Rosamel del Valle y Humberto Díaz Casanueva habitan en la escritura de Marcela Saldaño de una manera que permite repensarlos como exponentes válidos en la estable tradición de la poesía chilena.
Investigaciones… nos habla tanto de ese anhelo que Lorca visualiza en Whitman (y que sigue siendo la pregunta por el presente) como de las sensibilidades extranjeras que intentan hacerse propias o eso he llegado a pensar: una discontinuidad doble. De lo -en primera instancia- imposible de una diferenciación respecto de referentes tradicionales (tal fascista que adoramos), una angustia de las influencias que es básicamente el modo latinoamericano de hacer poesía, cuestión que ya hemos leído desde el alienado poeta llamado Andrés Bello y el primoroso Darío, fundadores ambos sin embargode la discontinuidad del modernismo: principio de una agonía romántica sucedida con las vanguardias y, por tanto, supuesta respuesta a los procesos de modernización en las metrópolis latinoamericanas; pues éste, el modernismo, vino a adelantarse a tales procesos históricos: nos sentimos tentados a decir que la modernidad en Latinoamérica nace de la poesía modernista. Y, en segundo lugar, apunta a la lucha por y en el momento presente que quisiéramos creer es, en esta ficción llamada poesía, evidentemente contingente y política según cabe: “Injusticia esta dictadura post dictadura La autocensura y las instituciones de mierda en las que la gente se convierte (…) En la concertación la más asesina de todas”. No obstante es el año 2008 y ¿qué ha posiblemente cambiado?
El descontento con el presente (que es una relación opositiva) es quizá uno de los temas que siguen configurando el espacio desde donde el hombre y la mujer escriben. Si debemos sostener su posible vinculación con el Chile de la Concertación: arista de un supuesto nuevo contexto en poesía que generaría “nuevos” acercamientos; también tendríamos que reconocer sus límites (aquello que tiene el poder de ser compartido y sin embargo excluye) con una poesía que inicia su producción con el golpe militar, su referente indiscutible. El espacio de una reseña no es el más adecuado para una discusión de este carácter, sin embargo, cabe hacerse la pregunta -sobre todo tomando en cuenta lo pertinente que se hace con Investigaciones…- de si tal nuevo contexto no es tal vez una continuidad de los modos de una poesía de dictadura, producida en relación a un discurso oficial represivo y al consiguiente silenciamiento crítico. Hay que pensar la significación de la pervivencia de tal discurso opositivo en las poéticas de algunos jóvenes poetas como Rodrigo Arroyo, Antonio Silva, Héctor Hernández y la misma Saldaño, además del énfasis sobre esta relación que la poca crítica literaria existente (el trabajo de Patricia Espinosa es el de mayor valía aquí) indica. Preguntas válidas para entender una poesía, una realización de tal ficción.
Víctor Quezada