GUION de Héctor Hernández Montecinos

Publicado en revista Contrafuerte. Número 1, octubre de 2008


GUION es el título del nuevo libro del poeta chileno Héctor Hernández Montecinos (1979) y, en algún sentido, el primero. Este libro recopila, reintegra, funde, reordena (orden que es otra manera del desorden) y selecciona poemas ya publicados en sus tres primeros libros: No! (2001); Este libro se llama como el que yo una vez escribí (2002); y El barro lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz (2003), además de integrar una decena de textos que por una u otra razón no fueron incluidos en dichas publicaciones. El claro propósito de esta edición es abrir paso a una nueva posibilidad de lectura de la obra anterior de Hernández, publicada hasta ahora toda bajo sellos editoriales independientes: la reestructuración de un pasado editorial que sirve de antología de su obra en un contexto más institucional ahora que en el que salieron a la luz. Posibilidad de lectura que también se entronca con otro proyecto, el de una obra mayor dividida en tres libros y que se titularía La Divina Revelación, de la cual GUION sería su primera parte y el libro COMA (2006), su libro directamente anterior, la segunda; la tercera y última se titularía Y PUNTO.

Esta es la situación de GUION, un libro que viene a mostrar todo el valor de la expresión de Héctor Hernández, expresividad que tiene, sin embargo, matices en calidad: el poder y lucidez que logra en gran parte del libro se muestra mermado con la flaqueza que se lee en ocasiones, así como con la candidez que vislumbramos por ejemplo cuando intenta transgredir la institucionalidad de una sociedad consumista, capitalista y cristiana. Trasgresiones ya convencionales y que hacen caso menos a un ánimo “revolucionario” en poesía que al sentido común de esa palabra: “Padre nuestro / Padre mío / que estuviste en mi cama”. O, más adelante, cuando escribe: “EN EL PRINCIPIO ERA DRIVE / EL PODER LO HIZO MATIC / LAS MÁQUINAS PROGRESS”.

No obstante lo anterior, el libro trata de construir un imaginario, un mundo posible como vinculable al Chile de post-dictadura o de la Concertación de partidos por la democracia. Cuestión que va narrando, primero, el dibujo de una ciudad invertida a través de sus personajes marginales, violentados, desplazados, tullidos o monstruosos, a veces diabólicos y nocturnos como Sordomudoniño o María Thalia, donde el sueño y las pesadillas son la realidad indiscutible y, segundo, el camino hacia la destrucción de las generalidades consensuales de la otra cara del mundo: represivo y maquinizado. Dualidad aunque bien tradicional, llena en sus mejores momentos de una fuerza y arrebato, pero también de una ternura, que llaman firmemente la atención.

Este intento por construir un imaginario y narrar un mundo va de la mano con la clara intención de hablar de una escritura poética en un sentido amplio, que exceda el verso, la rima, el ritmo o la cadencia, que exceda, a fin de cuentas, a la poesía como género literario, aunque esto lo pienso sobre el presupuesto de que la poesía fuera definible bajo dichas características generales, cuestión falsa de por sí. Pero como sea, este intento, que como quiero decir sigue siendo profundamente tradicional o repetido, encuentra un correlato con algunas manifestaciones literarias enunciadas ya explícita (La Nueva Novela de Juan Luis Martínez o El museo de la novela de La Eterna de Macedonio Fernández) o implícitamente a través del libro, las que nos hacen vincular estas trazas de escritura, por un lado, con una vertiente de la narrativa, aquella que significó un fracaso en la historia de la literatura; a saber, la novela de vanguardia, como también con el desarrollo de una narrativa chilena de mediados y finales del siglo XX, y estoy pensando principalmente en Patas de Perro de Droguett, en José Donoso, Mauricio Wacquez o Diamela Eltit. La escritura de Héctor Hernández se sirve de los procedimientos de estas dos vertientes narrativas, hablándonos del sueño como posibilidad de escapar al mundo y trasgredirlo y de aquella imprecisión de los límites entre autor, narrador y personaje que configura a aquellos seres monstruosos, parecidos al Mudito de El Obsceno pájaro de la noche de José Donoso: personaje que se trasviste en vieja y luego en infante para dar cuenta de su “terrible soledad / (que es la del feto y la de quien escribe)”.

Con todo, aceptando sus limitaciones y sus aciertos, es GUION un libro que se escapa por mucho dentro del panorama de la poesía joven en Chile, dando muestras de una contundencia expresiva y una idea de lo que es y debe ser la poesía que bien debe ser tomada en cuenta.

Víctor Quezada.